EL TRABAJO INVISIBLE

Lucia Reissig

2018

Textos de Laura Hakel y Luci Cavallero

 

El trabajo del artista es difícil de cuantificar y de remunerar. Su naturaleza creativa a menudo requiere avanzar sin que los objetivos estén demasiado claros de antemano, con resultados que se van descubriendo en el hacer, en el tiempo y en el encuentro con los otros. En otras palabras, no responde a las unidades contables con las que cualquier economía mide la productividad. El valor de las obras es pautado por un críptico sistema de galerías y ferias, en el que no todos participan, y que generalmente deja por fuera de la ecuación la energía invertida en la autogestión, en la confección de los diversos formularios y aplicaciones que el circuito de arte contemporáneo demanda y en el tejido de las propias redes de vínculos laborales. 

¿Existe en la vida de Lucía Reissig una separación entre su investigación artística, el trabajo de limpieza y cuidado con el que genera su sustento económico, y su actividad militante? 

El trabajo invisible es una muestra donde estos tres campos confluyen, un ejercicio que niega su separación. Las obras expuestas en las vidrieras de la galería, intervenciones realizadas sobre trapos al límite de su vida útil, son registros de la labor de cuidado en distintas casas con el que la artista se sostiene económicamente y que financian su producción. Su materialidad gastada evidencia el esfuerzo y el tiempo entregados a cambio de la remuneración de sus empleadores. Por otro lado, así como Reissig encuentra la manera de convertir su lugar de trabajo en su taller, utiliza la ocasión de una muestra para transformar la sala en un espacio de militancia en el cual tendrán lugar, entre otras actividades, las acciones de Sindicato de trabajadoras invisibles

Si imaginar otras formas de vida y otros mundo posibles es una de las piezas fundamentales de lo que motoriza al artista ¿esta superposición entre obra, labor y acción política (a la vez expansiva, incómoda, parasitaria y reproductiva), qué otro mundo nos hace imaginar? Uno donde en el trabajo, la militancia y el arte se comprometen el cuerpo y la mente, pero también los sentimientos, el cuidado, la crítica y la inteligencia emocional. Su obra, como la lógica de la economía feminista, se despliega en una red que revisa y contrarresta las estructuras dadas, y mientras lo hace se amplifica generando nuevos contactos, consignas, inclusiones y posibilidades. 

Laura Hakel

 

Pensar la economía desde una perspectiva feminista implica un cambio epistemológico. Un giro radical en la forma de explicar quienes y cómo producimos valor. Y por eso mismo, una pregunta sobre cómo resistimos y cómo interrumpimos todas las formas en las que nos explotan que incluyen pero que van más allá de la relación salarial. 

Hablar de economía feminista no es agregar una variable a los modelos estadísticos autorizados a explicar y diagnosticar la situación económica. Tampoco es la exigencia del 50% de los lugares de poder desde donde se explota a otrxs.

Hablar de economía desde el feminismo es arrojarse a un  conocimiento-práctica que tiene, entre sus mayores potencias, la capacidad de partir desde el propio cuerpo, de enunciar desde ahí todas las maneras en las que nos explotan, dar cuenta de todas las tareas que realizamos y que no son tenidas en cuenta. Tareas no remuneradas y no reconocidas en las estadísticas oficiales pero muchas veces también invisibilizadas por nuestros propios compañeros de lucha. 

Cuando pensamos la economía desde el feminismo vamos a contramano de la abstracción que la finanzas hacen con nuestros cuerpos y desde ahí imaginamos otras formas de vida.

Luci Cavallero